Conocí a un chico, a un chico que creía que era un ganador. Creía que era único, terrible seductor. Padecía el ego por las nubes, el pobre señor. Se creía que era el único que podía conquistar. Se cargaba a la primera que encontraba, era un falso bipolar. Apuesto precticaría sus piropos antes de irse a acostar y a la mañana siguiente, del espejo, no se podía despegar. Llego un día en que todas se cansaron de su infinita estupidez. De su ego interminable, de su cerebro tamaño nuez. Y sus piropos en el fondo, eran para el y escucharlo solo sería alimentar su gran poder. Le venía bien cualquiera al pobre infelíz. Y así se quedo solo. FIN.
miércoles, 20 de enero de 2010
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